Seguro que hace mucho que habrás oído hablar del poder del inconsciente. O al menos, del poder de las creencias. Tus creencias son aquellas afirmaciones o juicios que no te cuestionas sobre tu persona, sobre los que te rodean, sobre tu entorno, y sobre lo que te pasa al interactuar con la vida. Todas ellas habitan en el inconsciente y forman parte de ese filtro con el que ves la realidad.
Si te preguntas porqué hoy te hablo de esto es por el impacto que tienen en las cuentas de resultados individuales y/o empresariales. Cuanto más trabajo con profesionales y empresas, más confirmo cómo –sin darse cuenta– sus creencias les apoyan en lo que les va bien, y también les frena allí donde tienen problemas.
Lo que te cuentas es lo que crees que te pasa
Y es que las creencias forman también parte de lo que no te cuestionas. Son parte de tu ángulo ciego al mirar la realidad. Además te ayudan a desarrollar tu identidad. Lo que te cuentas a ti mism@ sobre cómo te va la vida, es lo que tú crees que te pasa. En realidad lo que te pasa es más objetivo de cómo te lo cuentas, pero lo normal es que lo hagas desde uno de los siguientes roles: desde el de protagonista, desde el de víctima, desde el deperseguidor, o desde el de culpador.
Igualmente lo que te cuentas sobre cómo te va el trabajo, o la empresa, es lo que va construyendo tu forma de vivirla. Lo normal es que salvo que tomes conciencia, aquello en lo que te fijas se convierte en las evidencias con las que refuerzas tus creencias. Y es que las creencias funcionan también como guías en tu transitar por la vida, tanto personal como profesional.
La gente que tiene éxito, cree que se lo merece; y actúa en consecuencia. Bueno, actúa, siente y piensa en consecuencia. La gente que no cree que se merece triunfar, mantiene su coherencia y no siente, piensa ni hace lo necesario para triunfar.
Porque en el fondo eres coherente con lo que te dices. O mejor dicho, eres coherente con lo que tienes almacenado en tu inconsciente, a veces te planteas cambiar las cosas, pero como no llegas a creértelo de verdad, la creencia con la que sigues siendo coherente es la que sigue funcionando en tu sistema operativo mental.
Si dices a los demás que quieres tener éxito, pero fracasas, es porque en el fondo aún no te has creído que puedes triunfar. Para los demás puedes parecer incoherente al decir una cosa (quiero triunfar) y hacer otra (no conseguirlo), pero en realidad estás manteniendo la coherencia entre lo que de verdad crees (“no puedo triunfar”, o “no me merezco triunfar”) y lo que haces.
La creencia actúa a nivel celular
Porque ocurre así?, tiene que ver con el hecho de que la creencia actúa a nivel celular. Y esta afirmación no es ni metafórica ni una exageración. Tus creencias se traducen en tu cuerpo en pensamientos, emociones y sensaciones que hacen que segregues en sangre los neurotransmisores y hormonas que son coherentes con ellas. Si tienes miedo o tienes estrés negativo, segregarás adrenalina y cortisoles. Si sientes confianza y estás a gusto, segregarás endorfinas, oxitocinas, etc.
Por eso es tan importante la respuesta que das a preguntas cómo “¿Cómo te va?”. El chute que te das en vena varía según la calidad de la respuesta.
- “Genial, voy lanzado al éxito avanzando en mi estrategia personal.”
- “Puf, un desastre, como siempre.”
- “Bueno, tirando. Con seguir así ya me vale.”
Notas la energía que te transmiten uno y otro tipo de respuestas? Pues esto mismo que les pasa a las personas, les pasa a las empresas. Y a esas creencias compartidas por la organización yo las llamo historias o cantinelas.
Cuando estas historias son poderosas, sus miembros actúan en consecuencia y la empresa ejecuta su estrategia, lo cual suele implicar desafiar la zona de confort, hacer cosas nuevas, aprender de lo que no funciona a la primera, y en definitiva innovar para ser líderes.
Lo que se escucha en ellas son frases del tipo: “Estamos con un nuevo proyecto alucinante”; “Tenemos una nueva oportunidad magnífica con este cliente”; “Acabamos de hacer una alianza muy prometedora con …”.
En cambio cuando las historias son de las que te ayudan a fracasar o al menos a no avanzar, lo que se repiten son afirmaciones del tipo:
“Aquí estamos todo el día machacados por los jefes”; “Los clientes son unos plastas, se pasan el día quejándose”; “Esto no hay quien lo arregle”; “Desde la central no nos dejan hacer, así no hay quien trabaje”, etc.
Porque lo importante no es ya lo que verbalices. Lo importante es lo que piensas, y por tanto le dices a tu inconsciente cada día, una y otra vez. Y así, cada día. Tu inconsciente escucha atentamente lo que le dices, y te da más de eso, porque si se lo repites mucho él entiende que debe ser importante para ti.
Quieres hacer una prueba?
Busca durante todo un día –a tu alrededor– todo lo que tenga que ver con el éxito. Verás como te fijas más. Otra forma de hacerlo, complementaria a la anterior, es sentirte agradecido por las cosas buenas que te pasan. Cuanto más te fijes, más cosas buenas irán apareciendo en tu radar. Y eso se convierte en un “círculo virtuoso”.
Por eso si quieres tener más éxito en tu empresa vital o profesional, comienza a fijarte en la calidad de lo que le dices a la gente cuando te preguntan cómo te va. La vida la vas haciendo a medida que te cuentas cómo la ves, y eso que te dices es el famoso feedback que retroalimenta tus circuitos neuronales. Si quieres vivir una vida de triunfos, en lo personal y lo profesional, asegúrate de contarte a ti mismo porqué te va genial, y porqué te va a ir aún mejor.
Por Matti Hemmi
Como lo ves?
Cómo son las historias que te cuentas tú de tu empresa? Y de esa otra empresa que se llama “vida”, y que te dieron el día que llegaste a este mundo?